Dejando a un lado sus anteriores experiencias con la materia en una línea deudora del informalismo más proclive hacia las densas texturas y la investigación directa sobre la superficie del cuadro, Liviana Leone (Italia, 1952) hace en esta nueva exposición desplegada en el Taller Gravura un ejercicio de recogimiento íntimo y nos ofrece sus trabajos más poéticos y más secretos, unas deliciosas xilografías que ha realizado usando la misma plancha de madera y cuyos distintivos más sobresalientes son la viveza cromática y la construcción compositiva a base de bandas horizontales y verticales.

Ella misma reconoce que esta obra “menor” surge de la unión entre la imaginación y la sorpresa, pues lo que Liviana hace es “jugar”, “divertirse” con la plancha, pero de modo inteligente y con un conocimiento nada despreciable de los recursos y los logros obtenidos en esta dirección por otros eminentes artistas. Por ejemplo, de Paul Klee, del que se aprecia aquí una admiración llena de madurez, esto es, de asimilación crítica.

Pequeño formato

Dominadas por los verdes y los turquesas, estas preciosas piezas de pequeño formato parecen mostrarnos los efectos de la lluvia a través de los cristales durante una tarde de otoño, o la alegría de los bosques poblados de diminutas criaturas, o las estrellas luminosas que parpadean en el silencio de la noche.

Unas veces son tramas, otras sencillas bandas de resonancias multicolores que transmiten los ecos de un espíritu enamorado de la naturaleza, otras construcciones que semejan altísimas torres como esas que ilustran algunos cuentos infantiles. Liviana corta, pega, recompone y da forma a sus sueños, a su pura e inocente visión de la realidad, inmediata, directa, sincera y verdadera.

Liviana ha tenido una significativa evolución en estos últimos años, pausadamente, sin prisa, ha conseguido mantenerse fiel a su propio estilo regido por la experimentación diaria, cotidiana, con materiales que inserta en los soportes, que adhiere para más tarde arrancar y volver apegar, incluyéndolos como un elemento más en el resultado final de la obra. La materia como elemento básico.

Pero en estos momentos Liviana ha dado un paso adelante. Ahora va poco a poco despojándose de esos mismos materiales y se encuentra en ese camino que la conduce directamente a la superficie desnuda, vacía y plana del lienzo o soporte sobre los que investiga: papel, lienzo, tabla. La experimentación con la repetición de ejemplos en varios módulos conformadores de una serie, además de la simplificación hacía el color blanco y sus variantes, la llevan a analizar detenidamente los antiguos elementos componentes de su obra: arena, marmolina, papeles, cartones
para en ese preciso instante despojarse de muchos de ellos e ir hacía nuevos caminos plásticos...

Nos encontramos con un poderoso canto a la materia plástica. Donde ejerce de maestro de ceremonias la estructura matérica; y más tarde, cuando los desarrollos estructurales hayan impuesto su patrimonio, resurgen con pasión los desenlaces representativos.

Aquí la pintura-pintura desencadena su más poderosa y abierta significación. Los pigmentos cálidos, las texturas gruesas, determinantes, el empleo sistemático de elementos que acentúen las marcas materiales conforman un engranaje evocador de situaciones abstractas, donde la representación ha sido sometida a su más esencial ejercicio de reduccionismo.